SOBRE LA AUTORA Y EL SITIO

Lo primero de todo, si habéis llegado hasta El Redondal os doy mi más cordial bienvenida, y las gracias por visitarme y tomaros el tiempo de leerme. Me gustaría narraros la pequeña historia de este blog y su curioso nombre – que muchos se empeñan en llamar Redondel, y a mí no me queda más remedio que poner sonrisa condescendiente, aunque bueno, a uno se lo permito –
En Castilla hay un pueblecito pequeño y con muy pocos habitantes. En él nació mi chico, y allí está su familia, como una segunda familia para mí. Además me han acogido como una más del pueblo pese a ser forastera, a mí, madrileña nacida en Bilbao que nunca tuvo pueblo; de asfalto a asfalto y tiro porque me toca. Hasta me han hecho cofrade de su patrón, que tiene una ermita muy coqueta, y cada 16 de Agosto existe la tradición de reunirse en el atrio. Yo voy siempre que puedo, pues me costó tres pesetas el ingreso en tiempos del euro… encontrarlas fue una aventura, para luego enterarme de que me habían tomado el pelo, así es que me he ganado el puesto a pulso.
La casa de mi chico y su familia está en un paraje llamado El Redondal. Tiene un porche precioso, y cuando estoy allí pasamos muchos atardeceres él, su hermana mayor, su prima, ambas convertidas en mis mejores amigas (tenía otra, Carmen, pero se la llevó la leucemia una nochebuena de hace tres años, en la época que más le gustaba) y yo misma. Por supuesto con unos buenos belmontes o gintonics con fresitas o hierbabuena del jardín, y es gloria bendita.

Una de esas tardes hablábamos de libros, pues los cuatro somos grandes lectores. Una de ellas me preguntaba qué podía leer, y se me ocurrió hacer un blog. Aquí estamos, recomendando libros como se los recomendaría a mis amigos, con la idea que surgió Desde El Redondal. Ese es el misterio del nombre.
Sobre mí os cuento que ya peino canas. Soy TEAT aunque hace tiempo que no ejerzo, que ya he currado bastante. Tengo algunos masters perdidos por los cajones y una licenciatura inacabada. Me he recorrido medio mundo. Hubo un tiempo en que pillaba el avión por la mañana como quien toma el metro en Madrid, volviendo por la tarde, tres o cuatro veces por semana, para ir a Londres y a Frankfurt. Londres lo conozco bien, pero de Frankfurt sólo el aeropuerto, no salía de la zona. He estado en Karachi en barricadas, al pie del Everest, he sobrevolado Mosul con los pozos de petróleo incendiados y British Airways diciéndonos que volábamos fuera de protección internacional, he visto caer un misil perdido en Bahrain, paseado por el Gran Bazar de Estambul un día después del atentado, y viajado a zonas remotas de Egipto rodeada por convoyes de militares. Esa ha sido mi vida laboral. Aún no he pisado Sudamérica ni Australia, pero lo haré. El resto del mundo tiene mi huella creo. O casi. Menos que más a fondo.
Ahora ya no me muevo casi nada, aunque volveré por mis fueros algún día si la salud no lo impide. De ahí la Eremita, pues entre mi enclaustramiento y mis temporadas antisociales, me venía al pelo el sobrenombre.
Puedo leer en castellano, francés, inglés, y si tengo un buen día tal vez en alemán e italiano, pero lo cierto es que siempre acabo leyendo en español o francés; aunque confieso que cuando leí a Proust se me fueron un poquito las ganas, que me perdonen los entendidos por la herejía, que es Proust, ya lo se, pero no deja de ser un poco peñazo.
Mi intención con este aprendiz de blog literario no es escribir sesudas reseñas de esas que destripan desde el origen de la madre de todas las comas, hasta la talla de ropa interior de los protagonistas, sino recomendaros lo que leo y me gusta tal y como lo haría con mis amigos en el porche del Redondal o tomando unas cañas. Miento: odio la cerveza, a excepción de la Franciskaner que me agrada mucho. Mejor un buen Riberita tinto o un navarro rosado, hasta algún buen blanco. Si no, agua o coca cola. Es lo que hay.
La red está llena de ese tipo de reseñas bien estructuradas y muy detalladas, escritas por expertos y estudiosos o aficionados, pero esta aficionada leyó un día un artículo de Alberto Olmos en El Confidencial y se quedó con la copla, porque es exactamente lo que estaba haciendo, justo lo que dice Olmos:
“El reseñista de libros lo que tiene que hacer es leerse el libro y luego escribir sobre cualquier cosa; incluso sobre el libro mismo”
Qué cosas ¿verdad? Por eso mismo no me gusta llamar “reseña” a lo que hago, sino recomendación u opinión, y muy personal; va a ser muy difícil que encontréis una mala opinión, puesto que lo que no me gusta o no me convence no lo recomiendo, a no ser que me parezca tan horrible que no me quede más remedio que indicarlo o porque me haya enfadado lo suficiente con una tropelía escrita como para despotricar de ella. Pero lo más fácil es que le aplique el ignore.
Podéis estar seguros de que todos los libros que os recomiendo Desde El Redondal y su sección de Fantasía, Cazamundos, me han hecho disfrutar de cada palabra y cada historia admirada y apasionadamente, y por eso mismo quiero compartirlo con quien decida leerme.
Aún así si queréis sugerirme lecturas y alguna resulta ser criticable, prometo emplear mi lengua o mis dedos viperinos con afán. A vosotros os sacaré unas risas; al perpetrador de la chapuza no lo tengo muy claro, pues tengo poca medida cuando me lanzo. Pero si me queréih, irse, que decía Faraona… ah no que no viene al caso, no os vayáis por favor, que si me queréih, mandadme cositas buenas como las que tenía Hassan en los jardines de Palacio que decía Pastora Soler (Ohú, este párrafo me ha quedado más coplero que el baúl viajero de la Piquer y Olé).
Y no, nunca voy a escribir un libro. Me basta y sobra con contaros lo que aquí os cuento, así es que soy una lectora pura, sin la contaminación de la ambición literaria. Yo leo; que escriban otros.
Un abrazo lector o lectora, si has llegado hasta aquí, y mi humilde agradecimiento por prestarme tu tiempo y tus ojos. Espero no defraudarte.
Pilar La Eremita
Actualización: En la madrugada del 28 al 29 de Enero de 2022 falleció Inda, mi pareja. Y yo tengo el alma rota. Queda este blog como homenaje puesto que toma el nombre de su casa.

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