"CINCO MINUTOS, Y OLVIDO EL LUTO"
Había nacido para la comedia; nunca quiso ser tragedia.
La Vida la respetó un tiempo, aquel en el que no era capaz aún de vislumbrar al Antagonista. Porque lo no concebido no existe, y el beberse los segundos, los minutos, las horas, los días, meses y años a tragos de juventud incansable y ávida de vivencias no le permitía tomarse una tregua y contemplar que no hay blanco sin negro, bien sin mal, vida sin muerte.
Vivió rápido, lo vivió todo, pero ella “no hizo un bonito cadáver”. Fue peor. Se fue muriendo a pedazos.
Quiso mucho, a muchos. Amó poco. A muy pocos. Y a esos pocos La Vida se los entregó a La Muerte, demasiado pronto y con alevosía, con anuncio previo.
La Vida usó a La Muerte para dejarla sola. No sin compañía; ella era sociable, sabía vestir su cara de risas cuando era menester… la querían sí, a veces hasta la admiraban un poquito; siempre pareció saber lo que decía, con seguridad y confianza… aunque no tuviera ni idea, pues aprendió pronto que nadie sabía más, solo distinto. Nadie tenía respuestas, y nunca tuvo miedo al método de ensayo y error… o acierto.
Además era una eremita. No necesitaba estar rodeada. La mayor parte del tiempo elegía y prefería su aislamiento.
La Soledad que le sobrevino es la que llega cuando se es consciente de que las personas que la amaban por encima de ellas mismas y a pesar de sí misma se marchaban para no volver. No es que la asustara. No tenía miedo, solo comprendió que sin ellos había vacíos que ya no se llenarían, vacíos que borraban de un plumazo cualquier sentido que ella hubiera podido encontrar en el absurdo camino que llaman vida. La Nada estaba un poco más cerca, pues solo el amor incondicional llena La Nada. Nada más.
Pensaba a menudo en irse con ellos… pero en su fondo sabía que no había un dónde. Que no había nada. Solo podía esperar a ser nada ella misma.
Dolía. No, no dolía. Mataba. Mataba a pocos, como la Vida y la Muerte hicieron con los suyos.
Quería gritar al aire, con la voz desgarrada, rota: ¡volved!
No lo harían. Ella debería marcharse.
Pero mientras tanto, aunque ahora, por cinco minutos, era tragedia, decidió seguir vestida de comedia.
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