Soñé en La Habana - Dolores Conquero


LA HISTORIA QUE NADIE SE HABÍA ATREVIDO A CONTAR
Tras muchos años deseando conocer Cuba, Alicia, acompañada de su hija, viaja a La Habana de vacaciones. Allí conoce a Yodiel, un joven de quien no puede evitar enamorarse.
Pese a los tópicos que rodean este tipo de relaciones, Alicia le da una oportunidad, pero a la vez, como si de una detective se tratase, decide investigar por su cuenta. ¿Quién es él realmente? ¿La quiere de verdad? ¿Qué hace cuando ella no está?
En su afán por averiguarlo todo, Alicia irá descubriendo poco a poco quién es su amor, pero también la compleja realidad de un país fascinante que poco tiene que ver con el de los tópicos.
Soñé en La Habana es la historia de un amor, pero también la de un misterio que se lee casi como un policíaco. Lejos de maniqueísmos, muestra, como nunca antes se había hecho, la historia real que han vivido mujeres y hombres de todo el mundo.

Sinopsis de Soñé en La Habana. Dolores Conquero

Antes de entrar en materia, vamos a conocer un poquito a dolores, puesto que es la primera vez que la tenemos en El Redondal:

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Dolores Conquero

Dolores Conquero (Castro-Urdiales, Cantabria) es periodista, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Escribió durante diez años en todos los suplementos de El País, donde se especializó en reportajes y entrevistas, y ha sido jefa de sección en las revistas Marie Claire y Mía. En 2002 publicó el libro ¡Filmando! Seis maneras de hacer cine en España. También ha ejercido puntualmente como guionista de televisión. Su mayor orgullo es, sin embargo, el accésit del Premio Gerardo Diego de Poesía que le concedieron, en 1997, los poetas José Hierro y Claudio Rodríguez.

Vamos a ello. Me cuesta muchísimo hablaros de este libro y sin embargo no puedo dejar de recomendároslo.   Voy a contaros el argumento y después os explicaré las razones:  

Alicia, una madrileña que ha pasado los cuarenta, viaja con su hija a Cuba, llena de prejuicios positivos y negativos sobre la Isla. Espera encontrar el ambiente cultural habanero que tanto describen la música, la literatura, y que algunos exiliados dejan entrever.

Sabe sobre el papel de jineteras y de miserias… y se topa con la realidad del país, donde la supervivencia es una lucha diaria para el 90 % de los cubanos, que lo toman con resignación y ese alma vieja caribeña, viviendo su vida a ritmo de un son que no sólo toca la orquesta, sino su estómago, sufriendo los periodos especiales casi sin protestar, asumiendo que es lo que hay con un cierto sentido del humor guasón, riéndose de las circunstancias.

Porque hace ya dos o tres generaciones que no conocen otro modo de vida; nadie les informa de que existe, es más, se les esconde o se les hace mamar desde pequeños que es corrupto… Ay que no puedo seguir por ahí. No puedo. No se si puedo. No se si debo.  

Alicia conoce la situación, sabe que los cubanos, que son un poco como el Lazarillo de Tormes, la ven como una bolsa de euros andante y un pasaporte a la comodidad básica que ellos no tienen. Lo sabe y sin embargo se enamora de un impresionante mulato de 23 años que la ronea una noche en El Malecón…. porque a ella no le van a pasar esas cosas, ella es muy lista y sabe distinguir, y si el negro Yodiel a sus 23 añitos le dice en una primera noche apasionada, que es el amor de su vida, es porque ella lo vale. Porque a ella, culta y snob donde las haya, no la van a engañar, por supuesto.  

Pero ella lo sabe. A pesar de creerse enamorada y correspondida, intuye, qué lista, de verdad, qué lista, que hay algo raro. Investiga porque así se lo debe estar pidiendo su parte sensata, hasta que, con la cuenta corriente ya casi vacía entre viajes y regalos, se topa con la realidad.  

Como veis me cae muy bien Alicia. Si, podéis imaginar mi cara de sorna cuando escribo tal cosa. Pero es que no lo concibo. Hay cosas que mi espíritu de mujer madura, con un cociente intelectual no desdeñable y una inteligencia emocional aceptable no encuentra tolerables.

Y no hablo de la relación en sí, si dos adultos hacen con sus cuerpos e incluso con sus almas lo que quieran y lo disfrutan, pues “que les quiten lo bailao” , pero si una adulta con mucha vida a sus espaldas quiere dar su canto del cisne, y para ello, sin ir a ciegas, escoge a un muchacho que la primera noche le dice que la ama, sabiendo en su fuero interno de qué va la cosa, no entiendo la inconsecuencia de su indignación y sus castillos en el aire, ese perder el norte tan… tan… Lo siento, por ahí yo no paso; detesto la inconsecuencia.

Que lo escoja me parece bien, que pague por ello no me importa si es lo que desea y el producto está a la venta, pero los lamentos… como dice el dicho, si me engañas una vez es culpa tuya, si me engañas dos, es culpa mía.  

Pero si está bien escrito y la historia es buena, no me importa enfadarme, que me he enfadado, y mucho, leyendo, ni que la protagonista me parezca detestable. Sabes que un libro es bueno cuando te remueve.

Y la historia de Dolores, tremendamente realista, como si fuera biográfica (no digo autobiográfica, lo desconozco, y si lo es, querida Dolores, si alguna vez nos conocemos, recuérdame que tengo que ponerte los puntos sobre las íes – riendo lo digo por supuesto -) vaya si me ha movido emociones. Es muy buena y merece un lugar en El Redondal.  

No puedo profundizar más. Tengo familia cubana. No, yo no lo soy, quien quiera entender que entienda; de un estatus y ambiente muy diferente al de Yodiel por supuesto, ese que no mira muy bien a los guantanameros…

Quisiera convencer a una de ellos de que leyera el libro, y que ella os contara si puede, porque aun llevando muchos años fuera, no se si podrá. Y de nuevo repito que quien quiera entender que entienda.

También estuve casada con una persona 22 años mayor que yo. Y tengo mucho que opinar al respecto, pero no será hoy.

En todo caso mis opiniones sobre los dos temas puntales de la novela, la procedencia digamos, y la diferencia de edad, están basadas en mis propias experiencias vitales, ergo fundadas (no, yo no me he enamorado de un cubano ni de nadie más joven).

Solo creo que salvo algunas excepciones, aquello de que el amor no tiene edad es una patraña. Una pena que no me sienta con la libertad completa de expresarlas en un medio público, por a quién podrían afectar.  

Soñé en La Habana no es para mi una historia de amor, es una historia de carencias suplidas. Afecto y hambre. Una transacción comercial en la que cada uno vende o compra lo que quiere o lo que puede.  

Leedlo si queréis conocer una realidad estupendamente narrada. Así me la ha contado a mí quien la ha vivido de primera mano. En Soñé en La Habana no cabe la ficción.  

Os dejo en enlace de Kindle unlimited por si queréis descargarla:  

Soñe en La Habana   

No os dejéis el paraguas en casa si vais a pasear al perro. Siempre llueve en San Isidro.

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